domingo, 6 de septiembre de 2009

Conversaciones del día

-Ahora que lo pienso, nunca he ido al cine contigo.
-¡Ala, qué casualidad! ¡Yo tampoco!

Basado en hechos reales (triste, lo sé).

sábado, 5 de septiembre de 2009

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Esta web merece una entrada propia.

Dios II

Entre el Reverendísimo Monstruo Espagueti Volador y la Santísima Tetera de Russel, he descubierto la luz y mi irracional e insano escepticismo se ha evaporado. Al fin me siento en comunión con el universo (y mi almuerzo, dicho sea de paso).

Ramén.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Libros de Autoayuda

Una alternativa actual y de moda a la Biblia y otros textos sagrados, son los libros de autoayuda. Resulta irónico, por cierto, que sean conocidos como libros de autoayuda. Tal no nace tras una reflexión o introspección previas, y aún cuando exista un análisis de lo leído, el mismo prefijo podría asociarse, pues, a ciertas charlas con un amigo o el psicólogo. He aquí la razón de por qué considero absurda tal denominación.

Un matiz que me resulta especialmente molesto de estos, es la idea –absolutista- de que el ser humano tiene o puede llegar a tener una serie de problemas, ya catalogados como tal. Es decir, existe una clasificación entre todos aquellos aspectos de la vida (o esa es la intención) externos o internos de la persona que pueden suponer un problema para la persona en sí, y los que no. Y, teniendo como válido lo anterior, es de suponer que existen remedios o recetas para cada uno de ellos. Y existen. Con lo cual, podemos deducir –es inherente a lo anterior dicho- que las fórmulas de la felicidad, el triunfo y demás, son conocidas y al alcance de cualquiera con 15 o 20 euros. Ahora, ¿acaso la felicidad la adquieren todos los seres humanos de la misma manera? ¿Todos pueden sentirse realizados de la misma forma? ¿Anhelamos y preferimos las mismas cosas? No lo creo en absoluto, y en base a tal, refuto las ideas inargumentadas -puesto que desde sus inicios se tienen como inamovibles- de tales libros. Tales fórmulas no existen hasta ahora (y esperemos que tampoco en un futuro). Son cuestiones meramente individuales, no colectivas -¡de ahí la necesidad de establecer un diálogo con uno mismo!-.

De todas formas, ¿de dónde nace el planteamiento absurdo de que el fin último del ser humano en la Tierra es ser feliz? Y aún así, ¿de dónde surgió esa idea de que la felicidad sólo es alcanzable una vez cubiertas ciertas necesidades? ¿Por qué tristeza y felicidad son incompatibles? La concepción inicial de que estas cuestiones no pueden ser analizadas por su condición de dispares implica que tales suposiciones no puedan ser más que prejuicios, afirmación extrapolable a cualquier otro tema u asunto. Aunque no me extenderé más.

Que se joda la especie humana homogénea y utópica de sonrisa hipócrita y sentir artificial.

Ecos

Voy alejándome de las notas ya apenas perceptibles, en un octubre ausente, del recital de un viejo amigo del tiempo. De esos ojos cansados que me son extraños cuyas palabras sean quizá artificiales, sean quizá palabras vacías. ¿Mas, quién soy yo para refutar su disposición interna, ajena a mis sentidos? Intensas percibo -quizá por la cercanía-, sin embargo, las de aquel compañero tuyo en las noches y ocasionalmente los amaneceres u ocasos, las memorias de un difunto. Memorias que encierran el secreto de un pasado, acto final, que aún niego como sustituto de cierta emisora de jazz siquiera por instantes. Próximas también, creo localizar las de un egipcio concebido en la mente de algún escritor. Y, posiblemente a medida que avance descubra otra clase de sonidos que en estos momentos no logro discriminar. De todas formas, intuyo que en cada ocasión estaré escuchando los versos del peregrino de las estrellas. Escucho, al fin y al cabo, ecos de ti.

Premisas

La cultura no debería estar sólo al alcance de aquellos que poseen capital.
La poesía no tiene por qué estar vedada a aquellos que desconocen la ortografía.
La música no es una cuestión que atañe exclusivamente a académicos.

En fin. Estos son tres ejemplos de entre tantos otros.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Días y Días

Descubrimos el comienzo de un día al caer la noche, tiempo marcado por el ritmo caótico de aguas sucias. Protegidos por un anonimato inexistente, bajo miradas turbias y curiosas, procuramos acompañar el compás y eludir las reglas, sus reglas. Los limites desdibujados del deber abandonaron su estancia, y aún cuando nos despedimos de nuestra danza, nos quedaron Tchaikovsky, Bach, Vivaldi. Nos quedó un amigo, y la soledad el resto del camino. Melodía de unos pies cansados, caminar lento. Acaso la brisa y poemas firmados por algún extraño fuesen las veces de compañía. Ahora escribo esto, y solo me queda decir que nos denunciarán por vandalismo.

Palabras

Existen ciertas ocasiones -puesto que, por norma general, esto pasa desapercibido- en las que las palabras y su historia pueden revelarnos acerca de nuestra concepción y forma de concebir lo que nos rodea, es decir, nuestra realidad actual y/o pasada, o incluso, probabilidades referentes a un futuro. En resumen, lengua y pensamiento están forzosamente ligados.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Esto si que es grave... ¡AY LA VIRGEN!

Dios

Es particularmente curioso que cada devoto recurra a aquel texto sagrado que viene asociado a su religión para dar explicación a los fenómenos naturales –y demás-, y afirme la veracidad de lo escrito porque el propio escrito afirma la veracidad de sí mismo. Los autores no son más que meros útiles de Dios empleados para transcribir su palabra (lo que lleva generalmente cientos o quizás miles de años) y las distintas versiones de lo creado, son obra del hombre. Y aún así, cada versión es válida para cada uno de sus creyentes, puesto que todas estas tienen en común –como dije antes- cierto pasaje en el que aseguran su autenticidad. Con lo cual, discutir, por ejemplo, acerca de la Biblia o el Corán con sus respectivos creyentes, significa, en la mayoría de los casos, girar en torno a un argumento cíclico.

De todas formas, estos representan una minoría (estadística hecha por mí) en contraste al número de personas que se declaran creyentes sin seguir a la religión en sí. Es decir, aquellos que dicen creer en “Dios” y no las directrices o santas escrituras impuestas por una determinada doctrina. Luego, están los agnósticos, que consideran que el nivel de entendimiento humano no es tal como para llegar siquiera a concebirlo. Con lo que puede o no existir, aunque siempre ajeno a la conciencia del hombre. Y, cómo no, los ateos, que niegan su existencia con argumentos semejantes a los religiosos. Pues, en definitiva, no lo conocido abarca toda la verdad absoluta. Ni siquiera lo conocido en sí puede llegar a tratarse enteramente de una verdad. Los extremos se encuentran, al fin y al cabo, próximos entre sí.

Personalmente, oscilo entre las dos últimas tendencias o categorías. Un “ser” de tal magnitud sería imperceptible para la mente humana, o, con mucha suerte, percibido de forma distorsionada –lo cual no es un hecho aislado, todas las percepciones sensoriales son alteraciones de la realidad -. Dios y su palabra son productos, pues, de entre tantos otros, de los hombres. Productos quizá ideados con la intención de dar un determinado sentido a la vida de sus fieles o algún otro de índole social. El matiz negativo viene dado cuando la opción se transforma en deber, en el momento en el que los fieles son inducidos y se pretende la construcción de un modelo de vida y valores universales. La existencia hipotética de un sentido o meta únicos no implica la de unas sendas determinadas. En conclusión, son absurdos los guías o profetas cuando se convierten en modelos a seguir. La homogeneización implica la pérdida de la propia identidad y pensamiento crítico. Sin los cuales, es difícil emanciparse, además, de tales dogmas.

P.D: el hecho de que no sea perceptible por la mente humana, implica que con el mismo razonamiento sea imposible rebatir la existencia de otro tipo de cosas, la veracidad de otro tipo de teorías y demás.

martes, 1 de septiembre de 2009

Escritos

Tener un blog personal implica la posibilidad de decir lo primero que le venga a uno a la mente -o lo último, según se mire- sin tener en cuenta cómo se diga, o, es más, lo que se diga en sí. La voluntad es la única restricción, pues. Con lo cual, me dispongo a hacer, y hago, eso mismo. Con esta afirmación dejo claro que el lector pasa a un segundo, tercer, cuarto plano, ninguno. O, en otras palabras, que su posible futura "presencia" o juicio sobre cualquiera que fuese lo expuesto, carece por completo de importancia en el momento presente y no presente -pasado o futuro- en el que tal hecho pueda darse lugar. No es, en absoluto, un diálogo o un escrito con intenciones didácticas o cualquier otra que implique tomar en cuenta a un ente pensante que no sea uno mismo. Los de esta condición, sólo tienen el propósito de dejar constancia, autoafirmarse o concretarse. O todo lo anterior, en realidad, referido al autor “material” de los mismos. Son pensamientos que han dado testimonio de sí mismos. Pensamientos, claro está, adulterados de su concepción inicial, sólo concebible en ámbito abstracto.
Podríamos bien hablar de traducciones u otra clase de pensamientos. Es decir, que el hecho mismo de escribir, podría consistir, a su vez, en el mismo hecho de pensar. También podría tratarse de diferentes idiomas o medios que nos permiten concebir una idea –o ideas- determinada, que es el “fin último” del lenguaje. Probablemente, se trate de tanto lo uno, como lo otro. Las palabras falsifican, en cierta manera, el pensamiento original, con lo que se forma una idea ligeramente o no tan ligeramente distinta, y, por otra parte, sigue tratándose en menor o mayor medida de este mismo pensamiento. Cabe decir que estamos suponiendo de antemano que se posee una idea previa que servirá como base para lo escrito posteriormente. Existen otra clase de “anotaciones” improvisadas que carecen de este esqueleto. La diferencia, aunque no tan grande, entre una y otra, estriba en la influencia de la conciencia. En el primer caso, somos más conscientes de qué queremos contar, al contrario que en el segundo caso.
De todas formas, todas las categorías no son más que meras invenciones. O sea, que las barreras o grandes abismos entre cada una de las clasificaciones hechas son apenas inexistentes. Siempre habrá más o menos conciencia de lo escrito, y la influencia del inconsciente será preponderante en todos los casos. Incluso estos están inevitablemente ligados, no existe una línea real que los separe. Todo ello lleva a una inevitable visión fragmentaria de la realidad, de la vida misma, y, cómo no, de los textos. ¿Cuántas categorías literarias existen actualmente? Lo desalentador es que son, en muchas ocasiones, estas categorías las que dirigen la propia creación. Lo cual, no es necesariamente malo hasta restringe esa libertad o individualidad intrínseca en este proceso. Es decir, cuando no concede la posibilidad al “creador” de elegir cómo y qué crear –esto tiene sospechosa relación con lo narrado en las primeras líneas de esta entrada-. Sin embargo, por contradictorio que suene o parezca, sin las categorías sería imposible entender lo que nos rodea. Esa visión fragmentaria y parcial de las cosas, es necesaria para que tenga lugar esta pseudocomprensión, puesto que nuestra comprensión dista mucho de ser del todo verdadera.