miércoles, 2 de septiembre de 2009

Dios

Es particularmente curioso que cada devoto recurra a aquel texto sagrado que viene asociado a su religión para dar explicación a los fenómenos naturales –y demás-, y afirme la veracidad de lo escrito porque el propio escrito afirma la veracidad de sí mismo. Los autores no son más que meros útiles de Dios empleados para transcribir su palabra (lo que lleva generalmente cientos o quizás miles de años) y las distintas versiones de lo creado, son obra del hombre. Y aún así, cada versión es válida para cada uno de sus creyentes, puesto que todas estas tienen en común –como dije antes- cierto pasaje en el que aseguran su autenticidad. Con lo cual, discutir, por ejemplo, acerca de la Biblia o el Corán con sus respectivos creyentes, significa, en la mayoría de los casos, girar en torno a un argumento cíclico.

De todas formas, estos representan una minoría (estadística hecha por mí) en contraste al número de personas que se declaran creyentes sin seguir a la religión en sí. Es decir, aquellos que dicen creer en “Dios” y no las directrices o santas escrituras impuestas por una determinada doctrina. Luego, están los agnósticos, que consideran que el nivel de entendimiento humano no es tal como para llegar siquiera a concebirlo. Con lo que puede o no existir, aunque siempre ajeno a la conciencia del hombre. Y, cómo no, los ateos, que niegan su existencia con argumentos semejantes a los religiosos. Pues, en definitiva, no lo conocido abarca toda la verdad absoluta. Ni siquiera lo conocido en sí puede llegar a tratarse enteramente de una verdad. Los extremos se encuentran, al fin y al cabo, próximos entre sí.

Personalmente, oscilo entre las dos últimas tendencias o categorías. Un “ser” de tal magnitud sería imperceptible para la mente humana, o, con mucha suerte, percibido de forma distorsionada –lo cual no es un hecho aislado, todas las percepciones sensoriales son alteraciones de la realidad -. Dios y su palabra son productos, pues, de entre tantos otros, de los hombres. Productos quizá ideados con la intención de dar un determinado sentido a la vida de sus fieles o algún otro de índole social. El matiz negativo viene dado cuando la opción se transforma en deber, en el momento en el que los fieles son inducidos y se pretende la construcción de un modelo de vida y valores universales. La existencia hipotética de un sentido o meta únicos no implica la de unas sendas determinadas. En conclusión, son absurdos los guías o profetas cuando se convierten en modelos a seguir. La homogeneización implica la pérdida de la propia identidad y pensamiento crítico. Sin los cuales, es difícil emanciparse, además, de tales dogmas.

P.D: el hecho de que no sea perceptible por la mente humana, implica que con el mismo razonamiento sea imposible rebatir la existencia de otro tipo de cosas, la veracidad de otro tipo de teorías y demás.

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